noviembre 16, 2006
ECOFALACIAS: EXPROPIACIONES VERDES
"El discurso ecologista ha sido apropiado por las multinacionales"
Miguel Grinberg acaba de publicar "Ecofalacias", un libro en el que analiza a fondo cómo se fue transformando la lucha por el planeta.
Por Verónica Abdala - PAGINA 12 (Buenos Aires)
El discurso ecológico que hace veinte años parecía fascinante, y en algún punto subversivo, parece hoy vacío de contenido porque se ha convertido en un lugar común que tanto sirve a las multinacionales como a los ideólogos publicitarios, de tal modo que suele servir a los intereses que debería atacar. Esta es la tesis de Ecofalacias. De cómo las transnacionales se apropian del medio ambiente, un libro del investigador Miguel Grinberg (Cómo vino la mano, La generación de la paz, Introducción a la ecología social, Ecología vivencial y Ecología cotidiana), que acaba de publicar Editorial Galerna y plantea un novedoso criterio de análisis, desde el progresismo, acerca del papel que tendrá la ecología en el siglo XXI.
"El propósito que dio origen a este trabajo fue, por un lado, exponer las circunstancias, los intereses y las causas de este proceso de vaciamiento que llevaron a cabo las mismas corporaciones que, además, financian supuestas organizaciones de investigación que justifican sus crímenes. Y, por otro, dar a conocer una serie de documentos de los últimos años que fueron sacados del medio porque tocan intereses corporativos. Por ejemplo, el que describe el impacto de las actividades militares en el medio ambiente, o los que hacen referencia a la contaminación ambiental en la infancia", explica el autor, que en los años 60 estuvo vinculado a los orígenes del rock nacional, y desde principios de los 80 se dedica exclusivamente a difundir las claves de la problemática ecológica. Actualmente se desempeña como docente de Ecopedagogía en Brasil y en la Argentina y conduce un programa radial dedicado a la difusión de estos temas. "También incluí toda la secuencia de declaraciones de la ONU entre 1972 y 1992, para demostrar cómo van perdiendo contenido político y se van volviendo cada vez más abstractas. Lo que prueba que, como ocurre con la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, hay una concordancia con la agenda corporativa", agrega.
--Usted sostiene en el libro que "el mundo ha sido convertido en un gran casino donde el destino de los recursos materiales, los continentes, la atmósfera, los océanos, las especies animales y vegetales, y las poblaciones humanas se negocian sobre un tablero globalizado mediante ritos de neofeudalismo electrónico y afanes descontrolados de lucro". Vista de afuera, la lucha de los militantes ecologistas independientes, aparece como quijotesca...
--Precisamente, ese uno de los problemas centrales con los que nos topamos: ésta es, a esta altura, una lucha absolutamente desigual. Son muy pocas las posibilidades que tenemos de ganar frente a esos monstruos que son las transnacionales y aquellos gobiernos que no están interesados en sacrificar un ápice de sus posibilidades de "desarrollo" por atender las cuestiones que, en definitiva, están comprometiendo seriamente el futuro del planeta. Actualmente, la tierra pierde, en superficie, el equivalente a una cancha de fútbol por minuto, en razón de quemas, talas y depredación.
--¿En qué medida se agravó la realidad ecológica en las últimas décadas?
--A mí me interesaba abarcar en el libro, fundamentalmente, el período comprendido entre una Conferencia que se realizó en Estocolmo en 1972 y otra que tuvo lugar, veinte años después, en 1992, en Río de Janeiro. Porque en ese tiempo se producen las variaciones fundamentales en este terreno, incluyendo la neutralización del discurso ecológico, en razón de ciertos intereses políticos y económicos explícitos. El análisis de este período es más que suficiente para comprobar que se trabajó mucho e incluso se invirtieron fondos para que el tema ecológico no levantara vuelo, porque para algunos poderosos resultaba terriblemente condicionante. De ese proceso neutralizador participaron un abanico de naciones, incluyendo tanto a Estados Unidos, Rusia, y a los países de desarrollo como India, China y Brasil.
--¿Qué ocurrió entre 1972 y 1992 a nivel de la ciudadanía? ¿Se incrementó la conciencia social en la medida que se complejizaron estas cuestiones?
--Afortunadamente, sí. En esas dos décadas se formaron numerosas redes institucionales.
--Además de los ya mencionados intereses político-económicos, la ignorancia parece ser otra de las cuestiones que obstaculizan la evolución de propuestas y la creación de nuevos programas...
--Sobre todo a nivel político. Es frecuente que los dirigentes, que son quienes tienen posibilidades de hacer más cosas, crean erróneamente que la ecología es una cuestión complementaria o secundaria, que puede dejarse de lado. Algo similar le está ocurriendo al periodismo. En este momento, a diferencia de lo que pasaba hace algunos años, casi no hay diarios y revistas que tengan suplementos, columnas o secciones destinadas al tema.
--¿Qué posibilidades hay de neutralizar los problemas ecológicos en el futuro inmediato?
--Yo creo que el desastre ambiental seguirá agudizándose. Hay pocas posibilidades de resistencia efectiva. Sin embargo... un libro es una semilla. Yo apuesto con éste a sensibilizar a la clase política. No formo parte de ningún partido verde, pero en cambio estoy convencido de que hay que "verdificar" a los políticos.
--¿Cuál es su opinión acerca de la relación que hay entre la ecología y la cultura, en términos genéricos?
--Si no avanzamos en el camino de crear una sociedad concientizada en términos ecológicos, estaremos destinados a pagar un precio cada vez más alto en términos de desastres ambientales, epidemias y hambre. Por ende, de lo que se trata, en última instancia, es de luchar por transformar la actual evolución cultural, de ponerle límites a este "crecimiento" distorsionado, y de detener a las transnacionales que sólo operan en términos de conveniencia monetaria. En una sociedad en la que mandan los tecnócratas, el hombre, lejos de interesar como ser evolutivo, es visto como consumidor y como contribuyente mecánico. Esta es la causa de algunas de las peores tragedias de este siglo que termina.
Miguel Grinberg acaba de publicar "Ecofalacias", un libro en el que analiza a fondo cómo se fue transformando la lucha por el planeta.
Por Verónica Abdala - PAGINA 12 (Buenos Aires)
El discurso ecológico que hace veinte años parecía fascinante, y en algún punto subversivo, parece hoy vacío de contenido porque se ha convertido en un lugar común que tanto sirve a las multinacionales como a los ideólogos publicitarios, de tal modo que suele servir a los intereses que debería atacar. Esta es la tesis de Ecofalacias. De cómo las transnacionales se apropian del medio ambiente, un libro del investigador Miguel Grinberg (Cómo vino la mano, La generación de la paz, Introducción a la ecología social, Ecología vivencial y Ecología cotidiana), que acaba de publicar Editorial Galerna y plantea un novedoso criterio de análisis, desde el progresismo, acerca del papel que tendrá la ecología en el siglo XXI.
"El propósito que dio origen a este trabajo fue, por un lado, exponer las circunstancias, los intereses y las causas de este proceso de vaciamiento que llevaron a cabo las mismas corporaciones que, además, financian supuestas organizaciones de investigación que justifican sus crímenes. Y, por otro, dar a conocer una serie de documentos de los últimos años que fueron sacados del medio porque tocan intereses corporativos. Por ejemplo, el que describe el impacto de las actividades militares en el medio ambiente, o los que hacen referencia a la contaminación ambiental en la infancia", explica el autor, que en los años 60 estuvo vinculado a los orígenes del rock nacional, y desde principios de los 80 se dedica exclusivamente a difundir las claves de la problemática ecológica. Actualmente se desempeña como docente de Ecopedagogía en Brasil y en la Argentina y conduce un programa radial dedicado a la difusión de estos temas. "También incluí toda la secuencia de declaraciones de la ONU entre 1972 y 1992, para demostrar cómo van perdiendo contenido político y se van volviendo cada vez más abstractas. Lo que prueba que, como ocurre con la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, hay una concordancia con la agenda corporativa", agrega.
--Usted sostiene en el libro que "el mundo ha sido convertido en un gran casino donde el destino de los recursos materiales, los continentes, la atmósfera, los océanos, las especies animales y vegetales, y las poblaciones humanas se negocian sobre un tablero globalizado mediante ritos de neofeudalismo electrónico y afanes descontrolados de lucro". Vista de afuera, la lucha de los militantes ecologistas independientes, aparece como quijotesca...
--Precisamente, ese uno de los problemas centrales con los que nos topamos: ésta es, a esta altura, una lucha absolutamente desigual. Son muy pocas las posibilidades que tenemos de ganar frente a esos monstruos que son las transnacionales y aquellos gobiernos que no están interesados en sacrificar un ápice de sus posibilidades de "desarrollo" por atender las cuestiones que, en definitiva, están comprometiendo seriamente el futuro del planeta. Actualmente, la tierra pierde, en superficie, el equivalente a una cancha de fútbol por minuto, en razón de quemas, talas y depredación.
--¿En qué medida se agravó la realidad ecológica en las últimas décadas?
--A mí me interesaba abarcar en el libro, fundamentalmente, el período comprendido entre una Conferencia que se realizó en Estocolmo en 1972 y otra que tuvo lugar, veinte años después, en 1992, en Río de Janeiro. Porque en ese tiempo se producen las variaciones fundamentales en este terreno, incluyendo la neutralización del discurso ecológico, en razón de ciertos intereses políticos y económicos explícitos. El análisis de este período es más que suficiente para comprobar que se trabajó mucho e incluso se invirtieron fondos para que el tema ecológico no levantara vuelo, porque para algunos poderosos resultaba terriblemente condicionante. De ese proceso neutralizador participaron un abanico de naciones, incluyendo tanto a Estados Unidos, Rusia, y a los países de desarrollo como India, China y Brasil.
--¿Qué ocurrió entre 1972 y 1992 a nivel de la ciudadanía? ¿Se incrementó la conciencia social en la medida que se complejizaron estas cuestiones?
--Afortunadamente, sí. En esas dos décadas se formaron numerosas redes institucionales.
--Además de los ya mencionados intereses político-económicos, la ignorancia parece ser otra de las cuestiones que obstaculizan la evolución de propuestas y la creación de nuevos programas...
--Sobre todo a nivel político. Es frecuente que los dirigentes, que son quienes tienen posibilidades de hacer más cosas, crean erróneamente que la ecología es una cuestión complementaria o secundaria, que puede dejarse de lado. Algo similar le está ocurriendo al periodismo. En este momento, a diferencia de lo que pasaba hace algunos años, casi no hay diarios y revistas que tengan suplementos, columnas o secciones destinadas al tema.
--¿Qué posibilidades hay de neutralizar los problemas ecológicos en el futuro inmediato?
--Yo creo que el desastre ambiental seguirá agudizándose. Hay pocas posibilidades de resistencia efectiva. Sin embargo... un libro es una semilla. Yo apuesto con éste a sensibilizar a la clase política. No formo parte de ningún partido verde, pero en cambio estoy convencido de que hay que "verdificar" a los políticos.
--¿Cuál es su opinión acerca de la relación que hay entre la ecología y la cultura, en términos genéricos?
--Si no avanzamos en el camino de crear una sociedad concientizada en términos ecológicos, estaremos destinados a pagar un precio cada vez más alto en términos de desastres ambientales, epidemias y hambre. Por ende, de lo que se trata, en última instancia, es de luchar por transformar la actual evolución cultural, de ponerle límites a este "crecimiento" distorsionado, y de detener a las transnacionales que sólo operan en términos de conveniencia monetaria. En una sociedad en la que mandan los tecnócratas, el hombre, lejos de interesar como ser evolutivo, es visto como consumidor y como contribuyente mecánico. Esta es la causa de algunas de las peores tragedias de este siglo que termina.