junio 30, 2009

"ARTAUD"/SPINETTA: CANTATA FUNDAMENTAL

EL "FLACO" SPINETTA HABLARA HOY DE "ARTAUD"

La historia de un disco

histórico del Flaco Spinetta

El testimonio del músico sobre su disco de 1973 será el plato fuerte de la emisión de esta noche de "Elepé" (Canal 7).

29 junio 2009

Por: Eduardo Slusarczuk

Bisagra y puente entre la crudeza de Pescado Rabioso y la sofisticación de Invisible. Espacio de búsqueda y experimentación de nuevos sonidos y colores. La aparición de Artaud, en 1973, marcó en la historia del rock argento un hito cuya génesis y proyección transitará hoy Elepé, discos clásicos de rock (a las 22, Canal 7). A lo largo del programa, los testimonios de Luis Alberto Spinetta, su hermano Gustavo, Emilio del Guercio, Rodolfo García y Juan Gatti abrirán las puertas de aquellas sesiones de grabación y la cocina de diseño de la tapa que se ganó el odio de los disqueros de la época. Además, los periodistas y escritores y Juan Carlos Diez y Miguel Grinberg, buceadores de la obra del Flaco, más los músicos Diego Frenkel y Leo García, analizarán el impacto de la obra en su presente y en lo que vino después.

"El disco es como una especie de antídoto", dice Spinetta en Martropía, el libro en el que Diez recopiló sus conversaciones con el músico. "Había que encontrar a alguien para amar. Otro proyecto de vida", revelará esta noche en Elepé.

"Tenerlo a Luis es un honor", reconoce Nicolás Pauls, conductor del ciclo, quien asumió la tarea de comunicarse con el artista, habitualmente esquivo a la TV. La simpleza y bajada de línea de Todas las hojas son del viento, la deconstrucción poética que propone Por, el desarrollo de ideas de la Cantata de puentes amarillos, la versión Cerati de Bajan. Apenas algunos de los temas que permitirán conocer un poco más de cerca todo lo que aún encierra uno de los discos más importantes de la música popular de esta partecita del mundo.

junio 29, 2009

AULLIDO de ALLEN GINSBERG

Nicanor Parra, Miguel Grinberg y Allen Ginsberg
en La Habana febrero 1965.

EL SABOR DE LA ETERNIDAD
por Miguel Grinberg

Además de ser uno de los grandes poemas épicos del siglo XX, Aullido constituye un testimonio emblemático de la resistencia juvenil contra la prepotencia imperial de todos los tiempos. En 1955, a los 29 años, cuando Irwin Allen Ginsberg leyó por primera vez en público (en verdad, ante sus pares de la generación beat y algunos pintores californianos) los versos ya definidos de ese extenso trabajo en vía de consumación, todos sintieron en San Francisco que estaban ante la pieza fundamental de un Renacimiento literario.

La potencia descomunal de su alegato socio-contracultural apuntaba al poder tiránico del sistema militar-capitalista que el poeta equiparaba con Moloch, antigua deidad de los amonitas y los fenicios en cuyo honor los padres sacrificaban a sus hijos. Al año siguiente, la publicación del poemario, que además incluía otras piezas legendarias como Sutra del girasol y América, convertiría a Ginsberg en una irresistible personalidad internacional. A tal punto que, durante su paso por Praga el 1º de mayo de 1965, la juventud checoslovaca lo paseó sobre una carroza por las avenidas principales de esa capital, después de haberlo proclamado “Rey de Mayo”, como acto de resistencia contra el stalinismo imperante. Entre los jóvenes universitarios de entonces estaba Vaclav Havel, estudiante de la Facultad de Economía y futuro dramaturgo, quien en 1991, a la hora de la emancipación nacional, sería presidente de su país.

Antes que un libro, Aullido era un humilde folleto de 44 páginas prologado por un veterano y magno poeta de Paterson (Nueva Jersey), donde Ginsberg había nacido. Al aparecer la 24ª edición estadounidense (1971) ya se habían impreso 258 mil copias. Desde la inicial, el opúsculo estaba dedicado a sus tres mayores compinches generacionales: Jack Kerouac, a quien definía como “nuevo Buda de la prosa estadounidense”; William S. Burroughs y Neal Cassady. Y por el camino, claro está, el poema principal se tradujo en el mundo entero, y así Ginsberg estableció lazos de amistad con jóvenes poetas de todas partes, desde América latina (asistió en 1960 al Congreso Internacional de Escritores en Chile) hasta la Unión Soviética (en particular, los poetas rebeldes Evgueni Evtuchenko y Andrei Vosnezenski).

¿Por qué tanta trascendencia? Pues porque Aullido se refería a una tribu predominantemente norteamericana, pero con equivalencia en todas las latitudes: los jóvenes sofocados por el militarismo y las dictaduras, los artistas incomprendidos, los místicos, los locos, los gays, los amigos reventados, los perdidos en epopeyas alucinógenas, los inmolados en guerras imperiales, los maniáticos sexuales, los anarquistas, los pacifistas, los santos y otros sobrevivientes de lo que el maestro Henry Miller denominó “la pesadilla con aire acondicionado”.

El título completo de este poema cuyo núcleo no cesa de arder es Aullido por Carl Solomon. Un demente fuera de serie al que conoció durante una visita al manicomio Rockland de Nueva York, mientras visitaba a su madre allí internada (trágica heroína de otro poemario posterior todavía más descomunal: Kaddish por Naomi Ginsberg). Emergiendo de un electroshock, Solomon vio a Ginsberg sentado en un banco y le gritó: “¡Soy Kirilov!”. El poeta le respondió: “¡Soy Mishkin!”. Y ambos se trenzaron a debatir las instancias sutiles de Los poseídos de Dostoievski. Obviamente se hicieron muy amigos, y la inteligencia descomunal de Solomon detonó luego el tono elegíaco de Aullido. En pos de una esquiva conexión celestial.