julio 26, 2011

Estación de los Deseos








45 Años de Música y Poesía

en Argentina - C.C.Estación

de los Deseos



Sábado, 03 de septiembre · 16:00 - 22:30


Creado por






La palabra es liberadora e interiormente revolucionaria. Celebrar por un lado esos 45 años de poesía en formato de canción rock y presentarla al lado de la poesía. La intención es cruzar públicos y géneros, para promover el contacto, la lucidez intelectual, la independencia estética. Para que las nuevas camadas escuchen a los consagrados, a la vanguardia de los 60 y éstos a los que surgen.

Con la participación de Rodolfo Alonso, Miguel Grinberg, Rubén De León, Hugo Tabachnik, Pipo Lernoud, Rodolfo García, Rinaldo Rafanelli, Cuino Scornik, Maria José Cantilo, Fernando Noy, Alejandro Santos, Lito Epumer, Sofia Viola, Juan Raffo, Ariel Montagnoli, Paula Maffia, Manuel Alemian, Daniel Freidemberg, Alejandro Archain, Leonor Silvestri, Juan Fernando García, Carlos Kuraiem, Sol Fantín, Luvi Torres, Sebastián Rubin, Diego Arbit y Sebastian Sebakis (Poesía Estéreo), Daniel Amiano, Golo Cavotti y Roberto Apeseche.



Organiza - El Círculo de Poesía
Coordinación: Fernando Jasminoy

Centro Cultural Estación de los Deseos:
La recuperación del predio denominado Playa de Cargas Caballito (lugar histórico), surgió de la iniciativa y necesidad de vecinos, trabajadores del campo social, cultural, artístico y la educación, de generar un espacio donde motorizar los deseos propios y colectivos, pensando que nada bueno puede construirse sobre la destrucción de la memoria colectiva del barrio.



Este trabajo de recuperación comenzó en el año 2002. Modificando aquel axioma que quedo como emblema de los '90, ramal que para, ramal que cierra, por espacio recuperado, ferroviario, histórico e identitario “Ciudad que vive, se desarrolla y participa” en resguardo de la memoria colectiva del barrio, que es parte de la historia de nuestra ciudad.
Fernando Dhaini -director C.C. Estación de los Deseos.

http://www.estaciondelosdeseos.com.ar/


abril 02, 2011

HUMANIDAD XXI

Desprovisto de espiritualidad, el individuo está condenado a la intrascendencia.

HUMANIDAD XXI

Escribe: Miguel Grinberg *
Ilustraciones: Omar Panosetti


Pese al caos socio-económico-cultural que impera en el mundo, fluye nítidamente (para quien se predisponga a discernirlo) un manantial de vivencias trascendentales. Nada de ello puede definirse como "sobrenatural", "paranormal" o "parapsicológico", ni como "estado alterado de la conciencia". Se trata de nuestra fibra espiritual suprema, hoy en vías de florecer sin condicionamientos, en un mundo donde cada día hay más instituciones o sectas disputando la titularidad de Dios, y más individuos agobiados por una trivialidad atroz.

Cada ser humano, al nacer, es depositario de un potencial divino que raras veces desarrolla en la medida entera de sus posibilidades. Algunos pocos individuos logran llevar al máximo tal don natural, simplemente porque toda la cultura moderna —y por consiguiente, toda la sociedad— está orientada hacia otras latitudes de la experiencia vital, en su mayoría periféricas, superficiales, agónicas. Así, en la profundidad del alma humana, queda enquistada una gema que se atrofia o aborta en cuanto a sus potencialidades vivenciales, visionarias y transformacionales. Sabido es que todo órgano —tanto físico como espiritual— que no se pone en funcionamiento, termina atrofiándose.

Otras personas, fragmentariamente, por vocación, por circunstancias azarosas o por leves atisbos de lucidez, llegan a transitar algunos senderos del conocimiento profundo y perenne que se anida en nuestra especie. Ello les permite vislumbrar el manantial supremo de la existencia, aunque sólo paladean fugaces gotas del mismo: jamás se zambullen en su cauce. Demandas materiales, familiares o sociales acaban absorbiendo su atención, al punto de no permitirles ir más lejos en sus intuiciones del cosmos íntimo.

La multitud ni siquiera imagina semejante tesoro: vive hipnotizada por atracciones que la mantienen en el territorio de la irrealidad, de las ficciones disfrazadas de trascendencia. Buena parte de las patologías contemporáneas emerge de tal desperdicio de energías generativas, que al no ser puestas en acción, se malogran produciendo efectos ajenos a su raíz infinita.

Nada de esto tiene implicancia "esotérica". Este término de origen griego designaba doctrinas de misterios antiguos a los cuales sólo tenían acceso los elegidos. Cuando dichas enseñanzas se comunicaban a los profanos, eran entonces consideradas "exotéricas". Un maestro reservaba la enseñanza esotérica para sus discípulos selectos, en tanto la exotérica era comunicada de modo accesible en disertaciones públicas sin restricciones. Esta modalidad se halla virtualmente en las grandes religiones tradicionales como en otros credos de menor expansión.

El esoterismo, como doctrina o práctica espiritual, sostiene que la enseñanza de la verdad —religiosa, científica o filosófica— debe restringirse a una cantidad limitada de iniciados, ya sea por su capacidad intelectual o por su riqueza moral. Todas las religiones antiguas aplican tal diferenciación. En el Bhagavad Gita , libro magno del hinduismo, se lee: "Si conoces toda la verdad, guárdate de perturbar la mente de quienes no están preparados para recibirla, porque las enseñanzas inoportunas o prematuras los apartarían de la acción en que sólo ven la verdad a medias y quedarían extraviados y confusos". Este criterio también es aplicado por los teólogos cristianos.

Al remarcar con esto que no estamos hablando sobre un pasaporte hacia alguna ciencia oculta, sino —en cambio— sobre una sabiduría natural sumergida, evitamos caer en el campo del ocultismo (donde se agrupan todos los fenómenos que no logran ser explicados por las leyes naturales) o del hermetismo (surgido de la sabiduría divina del dios Thot y de las enseñanzas de Hermes Trismegisto, mítico rey del antiguo Egipto versado en la magia, la alquimia y la astrología, cuyas obras —fusión de ideas egipcias y griegas— se conocen como Libros Herméticos).

Tampoco situamos esta latitud del discernimiento en la órbita del gnosticismo, fragmentado en infinidad de escuelas y corrientes con interpretaciones discordantes sobre la naturaleza de Jesús, la emanación, la redención y la caída. Como se sabe, en griego gnosis significa conocimiento. Los gnósticos fueron pensadores religiosos heterodoxos en los siglos iniciales de la Era Cristiana, con un conocimiento singularmente íntimo y profundo de los misterios sagrados, oscilando entre el ascetismo y la transgresión, desde las perspectivas religiosas tradicionales de esa época.

PSEUDOPROFETAS

Ocasionalmente, algunos observadores cargados de prejuicios (o carentes de información real), ante 1) un neto rebrote de antiguas prácticas esotéricas, 2) el obvio auge de nuevos movimientos religiosos, y 3) la fuerte expansión de una corriente de pensamiento rotulada genéricamente como New Age (Nueva Era), las han mezclado peyorativa y calumniosamente con el activismo de infinitas sectas milenaristas surgidas en el final de siglo XX. No han vacilado —además— en colocar en el mismo casillero tanto a practicantes de las artes adivinatorias, como a seguidores del "fenómeno OVNI", cultos evangélicos de corte diverso, escuelas de autoconocimiento y meditación oriental, terapias alternativas, movimientos ecologistas, líneas de alimentación natural, gemas y otras heterodoxias, como si se tratase de un complot pagano para negar la existencia de Dios, Cristo o la Virgen María.

Hacia finales de los años '70, desde los Estados Unidos, comenzó a circular el concepto de frontera acuariana que, de modo persistente y expansivo, desembocó en algo que hoy —a nivel mundial— extravió su veta transformadora y pasó a ser un cóctel desnaturalizado (y por momentos retrógrado) debido a la incursión oportunista de ávidos comerciantes y pseudoprofetas de cualquier talante que inundaron las mesas de "autoayuda" en las librerías. Ya en 1983, el futurólogo Michael Marien impugnó estructuralmente el profetismo acuariano de Marilyn Ferguson, calificándolo como "síndrome del arenero", o sea, ese ángulo rectangular de la plaza pública donde las mamás meten a sus bebés "para que no embromen".

Marien puntualizaba que, si bien en el mundo es deseable una transformación radical de valores, percepciones e instituciones, ello está muy lejos de ser inevitable. Y frontalmente acusaba a los peregrinos acuarianos de contribuir con su "síndrome del arenero" a paralizar toda modificación que realmente diera una respuesta imaginativa a los atascamientos espirituales, éticos y estéticos de la sociedad posmoderna. Decía: "El síndrome acuariano del arenero consiste en una serie de conductas inducidas para mantener a un individuo o a una organización en un estado pueril de inocencia, contento con la construcción de castillos de arena, en vez de hacerlo en la vida real, trabando una dinámica de crecimiento y fabricando consuelos egocéntricos" .

No cabe duda que en ésas, como en otras actividades más rutinarias de la vida moderna (política, sindicatos, derecho, medicina o pedagogía) existen delirantes y falsarios de carácter surtido. Es indiscutible que en el "supermercado espiritual" de los albores del siglo XXI pululan grupos sectarios, totalitarios y oscurantistas del Occidente tan materialista que nos toca padecer. Pero no se puede juzgar de manera tan estrecha algo que en cierto modo comienza a configurar los temblores iniciales de un inédito paso evolutivo de nuestra especie.

El saber integrativo que nos ocupa se denomina "holístico", a partir del término griego holos (entero). No se trata de un conocimiento acabado, completo, sino de una visión expansiva, abarcadora. De allí la dificultad del cientificismo positivista o mecanicista para comprenderlo: no se puede capturar lo inmaterial desde lo material, lo infinito desde lo finito, lo eterno desde lo temporal, el misterio desde el racionalismo.

Esta nueva conciencia convergente de solidaridad universal posee, claro está, matices de religiosidad, no por inscribirse en alguna religión —pasada, presente o futura— sino porque la expresión latina religio proviene tanto de relegere (repasar) como de religare (volver a unir).

Místicos y espiritualistas de origen variado, en Oriente y Occidente, han transitado esa "consciencia cósmica" que todo lo incluye y todo lo trasciende, con rasgos de éxtasis o de beatitud. El doctor Abraham Maslow, de la tercera corriente de psicología contrapuesta a la psicoterapia de Sigmund Freud y el conductismo de B. F. Skinner, se refirió a ello como "estados cúspide". Otras definiciones encaran la religión como una emoción intensa basada en la captación de una armonía suprema entre uno y el universo, sin adscribirla a un dogma a o una institución (decisión personal de cada individuo). Durante el último cuarto del siglo XX se divulgó una cuarta corriente terapéutica que incorporó las experiencias espirituales del individuo, y que se ha conocido como psicología transpersonal. El psiquiatra Stan Grof las situó en el plano de las "emergencias espirituales", no como situación de catástrofe sino como un manantial de vivencias trascendentales. Actualmente, el filósofo Ken Wilber expresa un paso más adelante, que sencillamente denomina pensamiento integral.

Nada de ello puede definirse como "sobrenatural", "paranormal" o "parapsicológico", ni como "estado alterado de la conciencia". Se trata de nuestra fibra espiritual suprema, hoy en vías de florecer sin condicionamientos, en un mundo donde hay cada día más instituciones disputando la titularidad de Dios y más individuos agobiados por una trivialidad atroz.

Actualmente, los cultores más elementales de la Nueva Era impulsan como meta excluyente el sentirse bien, el tener éxito, el realizarse energéticamente (lo cual en sí mismo es inobjetable, excepto cuando se convierte en un arenero). En esta latitud, muchos individuos suponen que si el mundo se pudre, el problema será "de los demás". O sea: practican simplemente una especie de autohipnosis. Algo análogo sucede también en el terreno ecológico donde muchos ambientalistas advierten sobre los peligros del recalentamiento global y del cambio climático imperante, pero omiten que la humanidad padece una pavorosa crisis surgida del hambre espiritual no satisfecha.

Como de costumbre, las modas van y vienen, dejando algunos bolsillos vacíos y otros más llenos. Mientras, la violencia y la inseguridad social aumentan y la primera década del siglo XXI no promete un edén acuariano sino alguna de las arquetípicas y multipropaladas pesadillas de ciencia-ficción a la manera de la película "Blade Runner" o de la novela "Valis" del genial Philip S. Dick.

La indagadora social Ferguson identificaba su inventario de influjos y propensiones como una "revolución sin líderes". Hoy su best-seller "La conspiración acuariana" se encuentra en las mesas de saldos. El investigador Fritjof Capra trazaba a su vez los paralelos entre la física cuántica y el misticismo hindú. El científico James Lovelock aportó la hipótesis Gaia. Y su colega Rupert Sheldrake, la teoría de los campos morfogenéticos. Varios lustros después, todas aquellas intuiciones —algunas honorables, otras incompletas— han desembocado en un confuso y a ratos decepcionante megamercado pseudoespiritual. Con menos best-sellers y mucha nitidez, Miguel de Unamuno señalaba el sendero: "Fe no es creer en lo que vemos, sino crear lo que no vemos" .

En todo momento de la vida inteligente hay dos macrotendencias: una hacia la verdad, otra hacia la falsía. Una hacia la luz, otra hacia la tiniebla. Una vez, el cineasta Federico Fellini comentó : "Por cada uno que se proyecta hacia la luz, hay diez mil empujando hacia la oscuridad" . Pero en el seno de la humanidad bulle aquí y ahora una corriente convergente de solidaridad universal. Cualquier nombre que la rotule es en última instancia insuficiente. La cuestión no consiste en aceptarla o en negarla, sino en convertirse en ejemplos vivos de lo que debería ser una obra suprema. Lo demás es ruido, murmullo timorato en el bosque humano.


* El libro más reciente de Miguel Grinberg se titula "La Generación ‘V' -la insurrección contracultural de los años sesenta" (Emecé).

febrero 03, 2011

“El Corno Emplumado”: un verdadero proyecto de “globalización”


LA VENTANA - portal de Casa de las Américas (La Habana)
Viernes, 28 de Enero del 2011

Libros y RevistasEl Corno Emplumado, revista fundada en 1961 por la escritora norteamericana Margaret Randall ―jurado de literatura testimonial del recién finalizado Premio Casa de las Américas 2011―, fue un empeño de fusión de culturas bajo la utopía revolucionaria de lograr un mejor ser humano

por Juan Nicolás Padrón

“Yo tenía veinticinco años y recién llegaba a la ciudad de México procedente de Nueva York con mi hijo Gregory, de diez meses. Conocí a Sergio, a otros poetas mexicanos y a escritores de varios lugares del continente en las reuniones informales que hacía el poeta estadounidense Philip Lamantia. Philip vivía en la Zona Rosa y allí nos reuníamos noche tras noche”. Así relató la norteamericana Margaret Randall los inicios de una revista literaria bilingüe (español-inglés) que privilegiaba los textos poéticos, tanto de autores de cierto reconocimiento como de jóvenes desconocidos, e incluía también, generosamente, cartas de los lectores.

Fue un proyecto comenzado por ella en 1961 ―después de haberse instalado en México D. F.—, junto al mexicano Sergio Mondragón y el también norteamericano Harvey Wolin. La publicación fue soñada por jóvenes poetas que se reunían para leerse sus obras inéditas e intercambiar opiniones; junto a sus creadores se encontraban Juan Bañuelos, Howard Frank, Homero Aridjis, Juan Martínez, Raquel Jorodowsky, Ernesto Cardenal… Para algunos, la juventud y la inocencia de los editores condujeron a un error: “adelantarse a su tiempo y ser contemporánea de todo el espacio”.

El Corno Emplumado
/ The Plumed Horn debe su nombre a un instrumento musical usado por los jazzistas ―el corno― y a las plumas de Quetzalcóatl: el primero, expresión musical del pueblo de los Estados Unidos; las segundas, representantes del dios mítico y símbolo cultural de los mexicanos. No resultaba raro este nombre en el contexto de la década del 60, si repasamos los títulos fantásticos de revistas, grupos literarios o lugares de bohemia de la época en América Latina: Pájaro Cascabel, El Escarabajo de Oro, El Techo de la Ballena, El Coyote Flaco, El Gato Tuerto…

El Corno Emplumado
(1962-1969) tuvo 31 números de entre cien y doscientos cincuenta páginas cada uno, un tiraje promedio de dos mil ejemplares y un costo de unos quince mil pesos mexicanos por edición; se consideraba un antigrupo de la contracultura que inauguraba una relación completamente inédita, una plataforma transnacional de poesía en América. Sin responder a una orientación estética determinada, escuela artística o grupo poético, su carácter ecléctico e híbrido proponía una agitación intercultural acorde con la proyección de editores visionarios de una nueva época de neovanguardia.

Aunque no se salvaron de la tradicional anglofilia ingenua de la hispanidad o la inocente mirada de los anglófonos hacia el mito americano, y a pesar de números desiguales y de su perfil anárquico, los editores demostraban una vocación latinoamericanista y cosmopolita que tendía un puente cultural entre los Estados Unidos y América Latina, y entre América y Europa.

Muchos jóvenes poetas totalmente desconocidos entraron a sus páginas; otros, relativamente establecidos, crecieron más, e incluso algunos lograron mucho éxito; por lo general eran del Sur y del “sur” del Norte, con voluntad de unir y enlazar pueblos y personas, en la idea de un mundo de igualdad y paz; la utopía poética de encarnar el amor entre los seres humanos fue una obsesión de la revista.

La publicación compartía el influjo del movimiento Beat norteamericano y predominaban jóvenes generaciones de la posvanguardia latinoamericana, casi siempre poetas conversacionales, pero no se limitaban a un estilo, lugar o grupo. Tenían claras intenciones de mejorar el entendimiento entre pueblos que no se conocían y que no pocas veces estaban llenos de prejuicios inculcados por dogmas desde muy diferentes razones y orígenes, y querían lograr esa comprensión mutua mediante la poesía: “Esta es una revista cuyas páginas están dedicadas a servir a la palabra y con las cuales se pretende crear la publicación que hace falta hoy día, cuando las relaciones entre los países de América son peores que nunca”, rezaba la presentación editorial de su primer número.

¿Quiénes son los autores de El Corno…? Además de Margaret Randall y Sergio Mondragón, sus gestores, publicaron muchos: Thelma Nava, Cid Korman, Miguel Grinberg, Julio Cortázar, Felipe Ehrenberg, Otto Raúl González, Homero Aridjis, Robert Nelly, Saúl Ibargoyen, Juan Bañuelos, Ernesto Mejía Sánchez, Edward Dorn, Ernesto Cardenal, José Lezama Lima, Laurette Sejourné, León Felipe, Raquel Jodorowsky, Edmundo Aray, Otto-René Castillo, Juan Calzadilla, Denise Levertov, Juan Sánchez Peláez, Allen Ginsberg, Rosario Castellanos, Hermann Hesse, Charles Bukowski, Mario Benedetti, Roberto Fernández Retamar, Efraín Huerta, Juan Liscano, Francisco Pérez Perdomo, Nicolás Guillén, Rafael Cadenas, Pablo Neruda, Jaime Augusto Shelley, Enrique Lihn, Thomas Merton, Heberto Padilla, André Breton, Circe Maia, William Carlos Williams, Manuel Scorza, Henry Miller, René Depestre, Carlos Oquendo Amat, Diane Wakoski, JOTAMARIO, Alejandra Pizarnik, Yannis Ritzos, Francisco Madariaga, Gary Snyder, Alberto Girri, Edgard Bayley, Roberto Juarroz, Carlos Martínez Rivas, Pablo Antonio Cuadra, Susan Sherman, Beltrán Morales, José Kozer, Michael McClure, José Coronel Urtecho, Antón Arrufat, Lawrence Ferlinghetti, Nicanor Parra, Robert Creeley, George Economou, Carlos Illescas, Hernán Lavín Cerda, Jerome Rothenberg, Gonzalo Rojas, Paul Blackburn, Walter Lowenfels, Cintio Vitier, Ezra Pound…

Una verdadera constelación, que siempre será incompleta, de creadores de diferentes orígenes y nacionalidades, formas de escritura o géneros literarios, orientaciones estéticas, opiniones políticas, filiaciones religiosas, concepciones cosmogónicas o filosóficas…

En la revista se adjuntan encartes para los poemas que requieren la forma apaisada, sobrias cubiertas tipográficas, y en su diseño interior se reproducen acuarelas o dibujos a línea, imágenes fotográficas manipuladas, y se manejan las tendencias del arte expresionista, del arte cinético y óptico, del pop art y del arte conceptual, junto a los anuncios de los patrocinadores; poetas y ensayistas escribían en español o en inglés y algunas veces se traducían, según el autor.

En su nómina de creadores puede comprobarse que hay norteamericanos educados en Europa que viven en América Latina, finlandeses que residen en Londres, la esposa de un embajador, un médico poeta, un salvadoreño químico…; latinoamericanos nacionalizados en algún país europeo o en los Estados Unidos que envían cartas y poemas a la revista; se mezclan judíos y negros, indígenas norteamericanos con sacerdotes católicos…

En sus páginas se recogen tzántzicos de Ecuador de la revista Pucuna, autores de El Techo de la Ballena, de Venezuela; los poetas de Eco Contemporáneo, de Miguel Grinberg; los de la revista Ventana, dirigida por José Coronel Urtecho; o los “nadaístas” colombianos con una carta de Gonzalo Arango; pueden leerse textos de desequilibrios y amores de cualquier preferencia, poesía concreta brasileña ―Haroldo Campos, Decio Pignatari, José Lino Grunewald, Augusto de Campos, Edgard Braga― o social y política ―el largo poema anónimo “Colombia macheteada”, vigente aún hoy―, la “poesía primitva” de los indígenas norteamericanos; selecciones de poetas de diferentes países ―Argentina, Uruguay, Cuba, Nicaragua, Perú, Ecuador, Venezuela, España, Canadá, Finlandia, Rusia, India, Australia, Argelia, Grecia…―, una muestra de la lírica de los pintores ―Henri Rousseau, Giorgio de Chirico, Paul Klee, Francis Picabia, Jean Arp, Salvador Dalí, Carlos Antonio Caso…―, cartas sobre la generación Beatnik, el budismo zen, manifiestos de rechazo al individualismo, un análisis de los primeros graffitis…: un calidoscopio de la pasión revolucionaria y el espíritu cosmopolita de los años 60.

Se publican en español célebres poemas de Allen Ginsberg ―especialmente el mítico “Aullido”―, se reproduce un texto completo del poeta norteamericano Robert Nelly, se traducen al inglés poemas de César Vallejo, Ernesto Cardenal realiza magistrales primeras traducciones de William Carlos Williams y Ezra Pound, se dan a conocer poetas de Guatemala o Canadá, de África, Asia y Oceanía, países y continentes de cuya literatura generalmente se conoce muy poco.

Desde París Julio Cortázar aseguraba: “Todo lo que he leído en El Corno… me parece de primera o, cuando no lo es, me interesa lo mismo por la novedad o porque se está intentando un cambio o buscando una salida”. Sin embargo, si bien al principio, por gestión de Randall y Mondragón se obtuvo alguna ayuda económica de José Gorostiza ―poeta mexicano que tenía un puesto en el gobierno―, o un apoyo cultural del reconocido Carlos Pellicer ―Premio Nacional de Literatura en 1964―, el financiamiento para publicar cada número de la revista se buscaba centavo a centavo de manera agónica, con mucho “trabajo voluntario” de colaboradores, una red de contactos que crecía y la pasión sin límites ante el compromiso de la próxima edición.

Tal angustia puede notarse en los reclamos de cada entrega para las suscripciones y la inestabilidad de los patrocinadores; en el número 15, de julio de 1965, los editores hablan en una nota de setenta artistas de diez países que se unieron para salvar la revista. A pesar de los excepcionales aportes a la cultura mundial y la extraordinaria acogida de exquisitos lectores interesados, estuvo a punto de colapsar por falta de financiamiento; solo lo evitaron el empeño y la voluntad de sus editores junto a la solidaridad de diversos creadores del planeta.

La publicación nació y crecía bajo la influencia de la revolución espiritual de los años 60, que en México se tradujo en una tradición renovada que todavía escuchaba los ecos de la primera revolución social de la modernidad, y por tanto, el país resultó un punto de encuentro de pensadores y ensayistas de diversas disciplinas de las ciencias sociales que estaban o estuvieron presentes: Malcolm Lowry, Antonin Artaud, Laurette Sejourné, D. J. Egerton, Paul Westheim, André Breton, León Trotski…; otros rebeldes irían llegando a un México de puertas abiertas a los revolucionarios de todo el mundo: los desplazados por la Guerra Civil Española o los que escaparon de los campos de concentración nazi, como el fotógrafo Walter Reuter.

En esos momentos el país azteca contaba con un fuerte sindicalismo activo y un pujante e inquieto movimiento estudiantil. Este filo revolucionario podía ser captado en la proyección de los editoriales de El Corno…; en el temprano número 3 de julio de 1962, se ratifican los principios de la revista: “Las respuestas que buscamos se nos ocultan tras la maquinaria, el dogma, los viejos odios y el funcionalismo de la sociedad […]. Estamos unidos por una fraternidad llamada arte”. Pero en el número 9, de enero de 1964, se anunciaba una “Nueva Era habitada por un Hombre Nuevo” y se argumentaba: “Una revolución espiritual que se compara históricamente con la revolución industrial […]. Un cambio humano que ya no se queda dentro de grupos, que ya no está limitado por dogmas políticos ni religiosos”.

En el próximo número de abril de ese año, la revista tenía en el reverso de cubierta una frase de Albert Camus: “Olvidad a todos los maestros, olvidad las ideologías caducas, los conceptos moribundos, las consignas vetustas con las que se quiere seguir alimentándoos. No os dejéis intimidar por ninguno de los chantajes, ya vengan de derecha o izquierda. Ahora se trata de crear un nuevo hombre en nuestro interior”.

El “Hombre Nuevo”, que comenzó a ser modelado por Ernesto Che Guevara con su ejemplo cotidiano, tuvo diversas versiones por estos años; una de ellas fue reseñada por la revista en el Primer Encuentro Americano de Poetas; allí se habló de “nueva era”, “reforma agraria del espíritu” y de “revolución espiritual”, pero en el documento final se fue más allá:
    Es importante decir que esta revolución es algo más que literaria: incluye la lucha de los negros estadounidenses por la igualdad de derechos, la lucha de los pueblos sometidos a centenarias cadenas coloniales por su libertad, la lucha de todos los pacifistas del mundo por una justicia social y el desarme, los nuevos descubrimientos en el área de la psicología y la lucha de los marxistas, católicos, estudiantes y seres humanos de diverso origen y edad frente a una sociedad cuyas presiones son más y más mecánicas y cuyas demandas, más y más deshumanizantes;
y concluía la declaración: “El hombre nuevo es todo aquel que se lanza a hacer su parte en la edificación de una realidad distinta a la actual”.

Con esta propuesta inicial de revolución espiritual proclamada para la palabra, se había llegado a la conclusión de que había que pasar a la acción: El Corno Emplumado se había convertido en una revista “subversiva”. La entonces llamada “poesía de compromiso”, de alguna manera reclamaba la transformación social, pero la publicación y sus editores se cuidaron y se desmarcaron de discursos de políticos y obra panfletaria que tarde o temprano, en la mayoría de los casos, acabaron en un dogmatismo o en una hipocresía de seudorevolucionarios, tal y como hacía el discurso de la oligarquía.

La periodista, escritora y traductora norteamericana Margaret Randall, invitada como parte del jurado al Premio Casa de las Américas 2011, ha declarado en una entrevista:
    Lo verdadero es a menudo censurado. A El Corno Emplumado la Unión Panamericana ―arma cultural de la OEA― trató de influenciar para que no publicáramos poemas de Cuba en el año 1966. La Unión había comprado 500 suscripciones y amenazó con cancelarlas si seguíamos publicando a los poetas cubanos. Seguimos publicándolos y de hecho [la Unión] canceló las suscripciones, lo cual significó un fuerte golpe económico para la revista.
Quizás a la publicación le fuera creciendo un expediente negativo en las fichas de la Secretaría de Gobernación de la República Mexicana. La gota que colmó la copa fue la denuncia de Randall y Mondragón a la sangrienta represión del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, y especialmente de Luis Echeverría como su agente más visible, contra el movimiento popular estudiantil en 1968. A la revista le retiraron todos los apoyos institucionales y comenzaron a perseguir a los poetas y creadores que participaban en ella.

En el número 28, de octubre de 1968, se reproducían los reclamos de los estudiantes aparecidos en los muros de París durante la “Revolución de Mayo del 68” y un emblema que vendría a marcar el inicio del final de la publicación: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.

Al año siguiente se oyó el canto del cisne de El Corno Emplumado, un empeño de fusión de culturas bajo la utopía revolucionaria de lograr un mejor ser humano: más espiritual y consecuente, más mezclado y universal, para alcanzar una sociedad más digna de la especie. La revista fue un sueño de auténtica “globalización” de la cultura, el sonido del jazz con la presencia del dios azteca, una primera posibilidad, una esperanza de que otros empeños menos inocentes lleguen para este tiempo.

Enero de 2011