Domingo
Hace una semana, mientras Buenos Aires se levantaba, llegaba la noticia de que a Charly García lo habían acostado a la fuerza: había seguido de largo, no había tenido buenas noches y un GEOF de enfermeros y policías mendocinos lo habían acostado boca abajo contra la alfombra de un hotel y lo habían trasladado atado y medicado a un hospital. Las primeras imágenes, estáticas, pixeladas por esa urgencia infundada del ciudadano armado con cámara digital, eran dolorosas, sobre todo porque eran innecesarias. Los medios, como siempre, confunden ingenio con inteligencia, vacío con urgencia, y repiten como lelos: “Demoliendo hoteles”.
Se espera un parte médico.
Lunes
Se sabe que Charly García está dormido. Mientras, uno se entera de cuántas cosas despierta Charly García en momentos como éstos: cansancio, fastidio, morbo, pena. Eso delatan en la televisión los presentadores mientras repiten una foto que nunca deberían haber mostrado. Repiten y se repiten. Pero sobre todo, mientras duerme, Charly García despierta algo que no se nombra: despierta ponzoña. Tratar de explicarle a alguien por qué exhibir esa imagen, o cualquier otra de cualquier otro en una situación similar, es miserable, es igual que tratar de explicarle a un malo lo que es el mal. Hay gente así. Mucha. Hay gente que quiere orden hasta en la casa del vecino. Gente que pregunta “¿Hasta cuándo?”, gente que pide que “alguien haga algo”. Como si les importara. Como si les incumbiera. Gente que no tolera lo que ve en otro porque le refleja algo que no ve en ella.
Martes
Los noticieros están excitados: un miserable filmó con celular el momento en la habitación de hotel en que –palabras textuales– lo “reducen” (por favor: los jíbaros reducen cabezas, la policía reduce delincuentes, pero que los médicos no empiecen a reducir pacientes). Los canales emiten una y otra vez las imágenes. Un canal de televisión manda a un conductor a Mendoza. Encuentran miseria de primera: la médica que lo atendió –miradita al piso, cara de compungida– recrea palabra por palabra el diálogo que mantuvo esa madrugada en esa habitación. Más tarde, el camillero que lo trasladó hace lo mismo, cuenta lo suyo. Los dos están tristes: son fans. No se puede creer mucho en lo que se ve por televisión: lo que se ve en televisión es increíble. Alguna vez Fito Páez dijo que una de las muchas cosas que lo deslumbraban de Charly García era el modo en que hacía brillar el lirismo escondido en palabras comunes, en palabras opacas, en palabras como “carey”. Qué diría Charly García –qué palabras elegiría: Charly García tiene el don de elegir palabras– si pudiera ver lo que se dice de él. En 1988, en Mendoza, cuando golpearon la puerta del camarín al grito de “Somos la policía”, Charly García les contestó: “¿Y qué culpa tengo yo si no estudiaron?”. En 1998, en Mendoza, después de tirarse del 9° piso a la pileta del hotel Aconcagua (¡Aconcagua! Si eso no es elegir palabras...) abajo lo esperaban una cámara y un micrófono. “Charly, ¿qué sentiste?”, le preguntaron. La respuesta es anonadante: “Primero vacío y después mojado”. Ahora, en el 2008, en Mendoza, Charly García sigue dormido: no puede decir nada. Es triste y solitario tener esa sensación. La sensación de que uno puede dejar de compartir tiempo y espacio con Charly García. Este país es peor sin Charly García.
Miércoles
Charly García todavía no tiene el alta, todavía no vuelve a Buenos Aires. Entonces, quizá lo mejor es volver a Charly García. Volver a escucharlo. Hacer oídos sordos a las necro-ganas que destiñen los diarios y volver a escuchar canciones de hace años que no por eso envejecen, que por eso nos mantienen jóvenes, nos rejuvenecen. Volver a escuchar a Charly García y volver a encontrarse con uno: la historia argentina está en las canciones de Charly García, y en la historia argentina estamos nosotros. Con una diferencia: la historia argentina se repite, Charly García no. Charly García tiene una canción para cada banda digna del rock nacional. Tiene canciones con las que más de uno estaría hecho toda la vida. Tiene muchas de esas canciones. Cada disco de Charly García es un parte médico: un parte médico de todos nosotros.
Jueves
Charly García está en Buenos Aires. Charly García está mejor. El médico que da el parte dice: “Está mejor de lo que pensábamos”. Un presentador de noticias se confunde y se confiesa: “Los médicos dicen que está mejor de lo que esperábamos”. La familia lo acompañó de vuelta, los amigos lo visitan. Una vez un amigo me dijo: “Respeto por Yoko Ono. Cuando vos estás mal, Lennon te guiña un ojo. Cuando Lennon está mal, ¿quién se lo guiña?”. Ojalá Charly García tenga alguien que le guiñe el ojo.
Viernes
A la mañana ya casi no se habla de Charly García. Los medios, como animales de presa, ya no huelen sangre y se repliegan, vuelven a estudios centrales. A la tarde, la herida vuelve a sangrar: una intervención judicial podría dictaminar una internación en un psiquiátrico.
Sábado
Escuchar discos de Charly García. Lo mejor es escuchar discos de Charly García. Y escuchar, también, las canciones de Kill Gil, el disco que sigue sin salir y del que circula una versión sin terminar por Internet. Es un disco que –contra lo que parece– sólo se reserva el guiño cómplice para el título y el bonus track (una versión de “Play With Fire”, de Los Rolling Stones, con Andrew Loog Oldham, el productor de los Stones y del disco de García).
Kill Gil es un disco nocturno y triste, tristísimo. Hasta hace poco, Charly García tocaba en sus shows una versión punk de “Los dinosaurios”. En Kill Gil, no la toca, no hace falta: está “Los fantasmas”, en donde bailan y patinan los dinosaurios de la democracia. Escuchar “Un corazón para colgar”. Escuchar “Corazón de hormigón” con Palito Ortega: escucharla de nuevo y descubrir que es algo así como la versión “Hablando a tu corazón” de esta Argentina tachín tachín. Escuchar la remake densa y acabada de “Transformación”, aquella canción del disco Seru 92, con un estribillo conmovedor que dice: “Volveré a abrir tu corazón, aunque pasen mil años, te daré mi amor”. Charly García sabe elegir palabras. Charly García usa mucho la palabra corazón.
Domingo
Escuchar “In The City That Never Sleeps” –una gran canción en inglés de Charly García– y una versión nueva –una versión mejor, otra canción extraordinaria de Charly García en inglés: Charly García también sabe elegir palabras en inglés– de “Happy & Real”. Escuchar “Mirando las ruedas” el cover de Lennon, donde canta en castellano: “Dicen que estoy loco, haga lo que haga”. Escuchar y sonreír con “La novia o el rehén”, donde el fantasma del desamor tiene la furia incontenida de King Kong. Escuchar –por último– “Pastillas”, una de las mejores canciones del disco, una canción tristísima que planea sobre la ciudad de noche,
llena de buenos consejos de un padre a un hijo.
Feliz Día del Padre.
De parte de todos nosotros.
Y gracias.
Y buenas noches.
Diario Página 12 - Junio 15, 2008