octubre 21, 2013

ECONOMIAS CON CORAZON




El economista estadounidense David Korten, autor del libro El Gran Cambio: Del Imperio a la Comunidad de la Tierra, ha afirmado que si ha de existir un futuro humano, debemos encauzarnos hacia una relación equilibrada entre nosotros y con la Tierra. Para esto necesitamos construir economías con corazón.

Señala además que si vamos a demorar y finalmente revertir la desintegración social y ambiental que vemos alrededor nuestro, debemos cambiar las reglas para frenar el agudo abuso de poder corporativo que tanto contribuye a aquellos daños.

Pero advierte: “Domesticar al poder corporativo retrasará el daño. Sin embargo, no será suficiente para sanar nuestras relaciones mutuas y con la Tierra, y para llevar a nuestro mundo en apuro al equilibrio social y ambiental. Las corporaciones no son más que instrumentos de una patología social más profunda, revelada en el conocido relato que narra nuestra sociedad sobre la naturaleza de la prosperidad.” 

Existe un relato imperial de la prosperidad, y aunque la narrativa imperante sobre la prosperidad tiene muchas variaciones, entre sus elementos esenciales se encuentran los siguientes:

El crecimiento económico llena nuestras vidas con abundancia material, saca a la gente pobre de su miseria, y crea la riqueza necesaria para proteger al medioambiente. 
El dinero es la medida de la riqueza y el juez apropiado para cada elección y relación. 
La prosperidad depende de liberar a los inversores ricos de impuestos y regulaciones que limitan su incentivo y su capacidad de invertir en crear los nuevos trabajos que nos enriquecen a todas y todos. 
Los mercados desrregulados asignan recursos para su uso más productivo y de más alto valor. 
El rico merece sus riquezas porque todos nos enriquecemos a medida que los beneficios de las inversiones de aquellos en la cumbre se derrama hacia aquellos en la base. 
La pobreza está causada por los programas de bienestar social que le quitan a la gente pobre la motivación para convertirse en miembros productivos de la sociedad, deseosos de trabajar duramente en los puestos que el mercado les ofrece. 

Korten comenta que este relato sobre la prosperidad al servicio del dinero es repetido incansablemente por los medios corporativos y se enseña en los cursos de economía, negocios y políticas públicas, en nuestros colegios y universidades, casi como si fuera una escritura sagrada. Por eso lo llama “el relato de prosperidad del Imperio”.

Poca gente nota las implicaciones de su legitimación del poder y el privilegio de las corporaciones con fines de lucro, y de un sistema económico diseñado para maximizar el retorno de la inversión, esto es, para hacer a la gente rica más rica. Más aún, enaltece al individualismo extremo que, en otras circunstancias, sería condenado como sociópata; valora a la vida tan sólo como un artículo de consumo; y distrae nuestra atención de la realidad básica de que destruir la vida para hacer dinero es un acto de locura colectiva. Además de destruir la verdadera riqueza, amenaza nuestra misma supervivencia como especie. 

Pero también existe un relato de prosperidad de la Comunidad de la Tierra, que considera los siguientes elementos de un relato de prosperidad alternativo, al servicio de la vida, que considera a la vida, más que al dinero, como la verdadera medida de la riqueza: 

Hijas e hijos, familias, comunidades y sistemas ecológicos saludables, constituyen la verdadera medida de la riqueza real. 
El cuidado y soporte mutuos son la principal moneda de las familias y comunidades sanas, y la comunidad es la clave para la seguridad económica. 
La riqueza real se crea invirtiendo en el capital humano y productivo de la gente, el capital social de las relaciones solidarias, y el capital natural de los ecosistemas saludables. 
El fin de la pobreza y la cura de nuestro medioambiente se logrará con la reasignación de recursos materiales desde los ricos hacia los pobres, y desde los usos destructivos de la vida hacia los usos que la reafirmen. 
Los mercados poseen un rol vital, pero los gobiernos democráticamente responsables deben asegurar los intereses de la comunidad garantizando que toda persona se comporte según reglas básicas que internalicen costos, mantengan la equidad, y favorezcan los negocios locales de escala humana que honren los valores y sirvan a las necesidades de la comunidad. 
La economía debe servir a la gente y responder a ella, no al revés. 

Korten lo llama “el relato de prosperidad de la Comunidad de la Tierra” porque evoca una visión de la posibilidad de crear economías que sirvan a la vida, fundadas en comunidades que respeten la interdependencia irreductible de la gente y la naturaleza. Aunque se escucha pocas veces, este relato se basa en nociones familiares de generosidad y justicia, y niega cada una de las pretensiones del relato imperial que actualmente da forma a la política y práctica económicas.